lunes, 30 de enero de 2012

Viejos recuerdos

Era 30 de enero de 2003, jueves, y mi despertador sonó a las 05:30 de la mañana. La habitación del colegio mayor Séneca en la que vivía aquel año estaba silenciosa, aunque poco a poco se iban escuchando de fondo más alarmas y despertadores. Aquel día se iniciaban los exámenes de febrero para muchos de nosotros.
Salí de la cama sin ganas, y me tomé el café que mi madre me había dejado en un pequeño termo la tarde de antes. Cogí mis apuntes y comencé a repasar los temas que entraban en el que sería mi primer examen en la universidad: economía de la empresa.
Todo el mundo decía que las preguntas de teoría eran siempre las mismas: criterios más importantes a la hora de tomar decisiones en la empresa, definición de empresa, diferencias entre ingresos, gastos, costes y beneficios...
En eso me centré, mientras que amanecía en Córdoba.
A las 08:30, Yuyu, Comotú, Mercurio y yo fuimos a desayunar. Ese día era jueves, y tocaba bollería, no se podía repetir, pero algunos además de ver poco, hacíamos como que tampoco oíamos, y ese día, yo me zampé dos napolitanas, por aquello de ir al examen con energía. Mientras me duchaba y me vestía, de fondo tenía el disco "me voy al mundo" de El Barrio.
Los mismos que habíamos compartido el desayuno bajo en azúcar, nos dirigimos a la facultad. Se nos entregó el examen, y de aquellas preguntas que se suponía que caían siempre, no cayó ninguna. Se me quedó la cara esta que se te queda cuando echas la quiniela, seguro que vas a pillar algo, y uno de los grandes, pierde en casa contra el Extremadura...
Hice lo que pude, pero parecía un equipo de fútbol al que habían expulsado a dos njugadores. Salí del examen como el Córdoba salió del campo del Espanyol, y me fui para el Séneca con el rabo entre las piernas.
Aquel día teníamos para almorzar macarrones con foie, buenísimos, y yo no quise ni bajar a comer. Mis compañeros se extrañaron mucho, porque yo había dejado algún día, de estos que se te tuerce el carácter de ver algún partido, de jugar mi partidita de chinchón con el cafelito de las cuatro, incluso de tomarnos la cervecita de antes de la cena, pero no bajar a comer....
Me dio un bajón de los antológicos, yo ya pensaba que nunca terminaría la carrera, que el mundo se acabaría aquella tarde, que iba a decepcionar a mi madre que tanto había apostado por mí...
A las siete más o menos, alguien llamó a mi puerta. No me apetecía ver a nadie, mi aspecto era lamentable, pero abrí, y ahí estaba ella, mi paño de lágrimas aquel año, la que soportaba mis penas y mis glorias, y a la que por darme ánimos en momentos como aquel, le estaré siempre agradecido. Mariángeles, con su alegría, me sacó del bajón, con reflexiones tan acertadas como: aún no sabes la nota, en julio y septiembre tendrás otra oportunidad, a lo mejor has perdido una batalla, pero no la guerra...
Tras ella entraron el Flecha, el Yuyu, Indalecio y Comotú. Entre todos me sacaron de aquel bloqueo en el que andaba y nos fuimos a cenar al Calentito.
Para rematar el día, acudimos a la retransmisión del programa El Pelotazo, que ese día se hizo desde el Colegio Mayor la Asunción, nuestros vecinos, y no por ello amigos...
Allí conocimos a José Guerrero, Yuyu, Angel Acién, Josele, y todos aquellos genios que dirigían por aquellas fechas este entrañable programa de radio.
Y así acabó aquel día, mejor de lo que empezó. Saqué una reflexión al irme a la cama: tenía grandes amigos a mi alrededor...

miércoles, 25 de enero de 2012

Microrrelato

Marta descolgó con desgana el teléfono y habló:
-¿Diga? Sí, Fernando Góngora es mi esposo, ¿porqué lo pregunta? Como que un accidente..., no puede ser..., ¿donde está?... ¿Muerto?
Marta palideció y su mente quedó en blanco por unos segundos.
La puerta se abrió y Fernando entró como siempre, con andar lento y cansado.
Ella, como un resorte, se arrojó a sus brazos, y le dio un abrazo y un beso.
-Ha debido ser un error -dijo-. Me acaban de llamar diciendo que has tenido un accidente y que..., bueno, que..., que has muerto.
No es ningún error, el error, es que para que me dés un beso y un abrazo, me haya tenido que inventar esta mentira...
David

viernes, 13 de enero de 2012

Las cuatro puertas

Imagínate que estás andando en busca de algo, no sabes bien lo que buscas, pero sabes que si lo logras encontrar, te puede dar la felicidad, el éxito y la estabilidad profesional y emocional que tanto anelas.
Imagínate que vas por un pasillo, y que tras mucho caminar, llegas al
final del mismo, donde se te presentan  cuatro puertas para seguir adelante con tu búsqueda. En cada una de ellas, hay un cartel, en el que se te indica lo que puedes encontrar tras cada una de las puertas.
En la primera de ellas, el cartel reza: "esperanza". Detrás de esta
puerta hay muchos sueños por cumplir, muchas ilusiones por llevar a cabo, muchas metas por lograr, pero requiere de un arduo esfuerzo para obtener ese premio, para que esta puerta se abra completamente, harían falta dos complementos: paciencia y confianza.
La segunda puerta tiene inscrita la siguiente palabra: "grandeza".
Abrir esta puerta conlleva muchos riesgos, pues otros que decidieron abrirla, acabaron más pequeños que cuando emprendieron el camino. Se piensa aveces, que cuando se busca un sueño, y se dan los pasos demasiado deprisa, como el niño que está aprendiendo andar, quien así actúa, se tropieza y se cae; algunos, tienen la fuerza para levantarse y seguir adelante, pero otros nunca superan esa caída.
La tercera puerta, lleva grabada la inscripción "lujo". Esta puerta suele atraer a la gente, pues en ella se hallan conceptos materiales que a los humanos nos gustan. El peligro del lujo es que si no se administra bien, puede no ser perpetuo y todo lo que se tuvo un día, perderse en un segundo y verse el que lo pierde avocado a una vida llena de nostalgia, recordando el pasado en el que se poseían infinidad de grandezas y privilegios.
La última puerta tiene inscrita la palabra "ilusión". Pocos son los que
se atreven a abrir esta puerta, luchar por lo que verdaderamente les hace felices y con lo que siempre soñaron, porque tal vez, al hacerlo, haya que dejar cosas a las que se aprecie y a las que incluso se ame.
Los que lo hacen es porque de veras creen en ellos mismos, aunque aveces, la vida, les demuestre que estén equivocados, pero solo el que se equivoca aprende la lección...
Sé de alguien, del que se ha hablado mucho estos días, que ha estado
ante estas cuatro puertas, y creo que ha elegido bien. Le deseo toda la suerte del mundo.