Un trabajo mal hecho. Tragedia en varios actos
Cuarta parte.
Bandeja de entrada de Rubén Tolera de Poniente
Mensaje recibido a las 08:35 A.M.
"Buenos días.
Sabe, he pensado mucho si escribirle, es complicada la situación que le voy a exponer, pero al final, tras tomarme dos platos de potaje de semana santa con una botella de Baldepeñas, he decidido hacerlo.
Mi nombre no se lo voy a decir, porque a usted ni le va ni le viene, solo le diré que soy una persona a la que han arrebatado la felicidad. Yo tenía una mujer y un hijo, y vivía felizmente con ellos, en una casita a las afueras de esta ciudad, trabajaba en un banco de prestigio, el Banco Dorniz, y me encargaba de asesorar a los clientes en sus operaciones financieras de alto riesgo, a mi despacho venían a menudo viudas ricas, con saldos en sus cuentas que rondaban los diez millones de euros, jeques de países árabes, para los que un millón de euros era como para un mileurista un céntimo, lameculos que habían hecho su fortuna a base de estar a la sombra de políticos corruptos que se dejaban querer y regalaban fortunas a cambio de..., llamémoslo cariño...
En una de estas, llegó a mí un señor, todo vestido de negro, y me dijo que traía 100 millones de euros, recién llegados de las islas Caimán, y que si en tres días, invirtiendo en acciones, en futuros o en lo que fuera, le conseguía una rentabilidad del 15% me daba 3 millones, que le hacía falta para un asunto, que a mí, ni me iba ni me venía.
Todo era una trampa, detrás del hombre de negro, estaba el contable del banco, el cual me dejó con el culo al aire, se destapó la mayor operación de blanqueo de dinero de la historia, me echaron a la puta calle, y mi prestigio quedó tan manchado como el babero de un recién nacido tras una papilla.
Ese señor, es al que quiero que liquide, su nombre: Luciérnago Tita de Agua.
Esta tarde, estaré en la esquina de la calle viudas desconsoladas con Maridos obesos a eso de las 6. Llevaré gafas, traje de alpaca y un maletín en forma de abejaruco que me hizo mi suegro que es artesano. Le espero".
Sabe, he pensado mucho si escribirle, es complicada la situación que le voy a exponer, pero al final, tras tomarme dos platos de potaje de semana santa con una botella de Baldepeñas, he decidido hacerlo.
Mi nombre no se lo voy a decir, porque a usted ni le va ni le viene, solo le diré que soy una persona a la que han arrebatado la felicidad. Yo tenía una mujer y un hijo, y vivía felizmente con ellos, en una casita a las afueras de esta ciudad, trabajaba en un banco de prestigio, el Banco Dorniz, y me encargaba de asesorar a los clientes en sus operaciones financieras de alto riesgo, a mi despacho venían a menudo viudas ricas, con saldos en sus cuentas que rondaban los diez millones de euros, jeques de países árabes, para los que un millón de euros era como para un mileurista un céntimo, lameculos que habían hecho su fortuna a base de estar a la sombra de políticos corruptos que se dejaban querer y regalaban fortunas a cambio de..., llamémoslo cariño...
En una de estas, llegó a mí un señor, todo vestido de negro, y me dijo que traía 100 millones de euros, recién llegados de las islas Caimán, y que si en tres días, invirtiendo en acciones, en futuros o en lo que fuera, le conseguía una rentabilidad del 15% me daba 3 millones, que le hacía falta para un asunto, que a mí, ni me iba ni me venía.
Todo era una trampa, detrás del hombre de negro, estaba el contable del banco, el cual me dejó con el culo al aire, se destapó la mayor operación de blanqueo de dinero de la historia, me echaron a la puta calle, y mi prestigio quedó tan manchado como el babero de un recién nacido tras una papilla.
Ese señor, es al que quiero que liquide, su nombre: Luciérnago Tita de Agua.
Esta tarde, estaré en la esquina de la calle viudas desconsoladas con Maridos obesos a eso de las 6. Llevaré gafas, traje de alpaca y un maletín en forma de abejaruco que me hizo mi suegro que es artesano. Le espero".
En la próxima entrega, el final de la historia!!!!
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